martes, diciembre 12, 2006

POÉTICA




En la penumbra desgajada de unas hojas amarillas y borrosas, los versos de tus muslos duermen su canción de esperas. Ansioso deambular por la galaxia, una estrella despojada de luz y de cielo recala en la última metáfora de la candela moribunda. Un rincón agolpa el suspirar de la brisa sofocada. Tu espalda, curva llana con pretensión de viento, eriza la suave rosa de tus senos. Un cisne surge del ensueño con su edredón de alas. Afuera, los lobos aúllan impotentes. El negro de tu pelo escribe su arabesco entre las líneas de una rima adormecida.




© Juan José Mestre Posted by Picasa

jueves, noviembre 30, 2006

SILOGISMO SIN PREMISAS



Si me dices que sí, estoy perdido;
perdido estoy si me dices que no.
En el dilema cotidiano de ir perdiendo haberes
por perderlos nada más,
no caí en la cuenta de haberte ganado, Amor,
como quien va ganando pizcas de abalorios
por ganarlos porque sí.
Así,
ganando pérdidas y perdiendo acervos,
fue que me vi en el día a día
calculando cálculos incalculables
y no me di cuenta (otra vez)
del hecho irrefutable, Amor,
de ser yo vos y vos yo
y que
-definitivamente-
si me dices que sí, estoy perdido
y
perdido estoy si me dices que no.




© Juan José Mestre

miércoles, noviembre 29, 2006

Silente


Silente, la tarde bordea esa pacífica beatitud de tus senos jugueteando con la hierba ligeramente inquieta. Cincel de oro, tornea el sol la triunfal cimbra de tus muslos. Czarina en el limen del éxtasis, sabes de tu pronta muerte y te entregas, magnífica y ubérrima, a la celeste voluntad del éter. Brindas tu pubis generoso y fértil a cualquier estrella fugaz que lo penetre. En un instante, la leche de la noche cubre tus recatos, Popea encinta y bella. En calma, punteas de acechos la alborada. Sabes que la divinidad te espera…


© Juan José Mestre

sábado, noviembre 25, 2006

DE PRONTO

De pronto, el cielo vira sus azules hacia el gris de la tormenta. Un viento solapado borra los subrepticios surcos de los sembradíos que se cubren con la cerrazón de las espigas. La pampa viste sus ancestrales ropajes: el llano desnudo que vuelve a la malignidad congénita de elementos desatados a fines de noviembre. Es noche. Un centauro hace un bies entre las nubes. Se sabe que en un rato la mansedumbre volverá sobre sus pasos. Pero para entonces puede que nada sea igual, nada.



© Juan José Mestre

viernes, noviembre 24, 2006

Opaco


La locura de amar locamente. Luego, la lluvia que borra huellas, el encanto roto de un sueño ya resquebrajado, ilusión muerta en los rastrojos, cenagosa inquietud del laberinto trazado en tu mirada, pútrida encarnación de la muerte que trae más muerte, enamorada ventisca ovillando éter, garabato de las hojas torneadas de desidias, un colibrí exudado de colores y bebiendo licor agrio, allí donde estallan las plegarias.


© Juan José Mestre


jueves, noviembre 23, 2006

YIRA YIRA

YIRA YIRA



Cuando me preguntan sobre mi estilo entre melancólico y escéptico, acude a mí la imagen de mi viejo. Él era así: un dulce hombre que mucha fe no tenía en el mundo, pero que amaba profunda y calladamente a la gente. Es que la vida lo castigó duro. En este sentido, no es de extrañar que su tango preferido fuera Yira yira. Y si algo me identifica con su personalidad es, justamente, esta letra de Enrique Santos Discépolo.

Verás que todo el mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa...
¡Yira!... ¡Yira!...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.

Es un himno a la impotencia de ser lo que se es por ese albedrío esclavo que la falta de solidaridad y el feroz individualismo imponen a los que no tienen más que la esperanza de un abrazo para seguir adelante. Yo he vivido ese desgarro. Como mi padre y como muchos de nosotros. Porque es un drama universal y, como tal, no debe sorprendernos si se nos advierte que
Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...
Cuando te dejen tirao
después de cinchar
lo mismo que a mí.
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropaque vas a dejar...
Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
¡se puso a ladrar!

Y mi viejo, un día, ladró. A mi turno, yo también lo he hecho. Tal vez sea nuestro escudo de armas, nuestra bandera para enarbolar. Nunca le pregunté a mi padre si estaba orgulloso de ello. Pero puedo hablar por mí y decir que sí. Un ladrido no es poca cosa.



© Juan José Mestre

miércoles, noviembre 22, 2006

AL POETA DE VENADO



AL POETA DE VENADO


A Juan José Mestre, poeta argentino que honra las letras.
Jeniffer Moore
Miami, Noviembre 7, 2006

Gracias Señor, el día está nublado
los ángeles se alistan para entonar canción
hay coros celestiales que saben lo que siento
y creo en este día, aunque no salga el sol.
Mi amigo, allá en las pampas rezuma sus tristezas
armando en cada verso las notas de cristal,
debajo cien aromos que amparan su nostalgia
él viaja al horizonte del por siempre jamás.
Y extiendo estos dedos inútiles ahora
para alcanzar su sueño, para viajar con él
y escribo versos pobres, mansos y sonrientes
por si algún ave del cielo lo viera aparecer.
Que una cita tenemos a los pies del venado
con un ojo de incendios que lo alberga feliz,
yo lo espero, él me espera recostado en las pampas
sol y nubes, el mate, tantos versos y así...


JENIFFER MOORE

SAGITARIO



El centauro lanza flechas,
lanza y lanza,
flechas de amor al Sol,
al universo le canturrea
una balada de Aznavour,
a la cascada, notas de Supertramp
mientras el viento lleva hacia los montes
un aria de Bach para la cuerda del Sol;
el petirrojo, trino de Vivaldi
que salta vertiginoso,
saeta de luz al mediodía,
vidala en cinco notas que advienen
desde la Puna con su llanto,
con su quena trocada en flauta de Pan.



© Juan José Mestre

martes, noviembre 21, 2006

BLACK MAGIG WOMAN


Hechicera.

Del bosque.

En flor te abres para brindarte, maligna ternura, con el umbrío propósito de apresarme en la noche de tus muslos. Y en esa noche perezco libando la embriaguez de tu vientre.

Hechicera.

El bajo astral es tu cielo.

Muluk quiere enfocarte en su brillante leche y se ensombrece.

El yin y yang gira enloquecido hasta acordar la caricia gris de los pezones.

Sibila ejecutando tu plan amor y muerte. Ven, ven… copula conmigo.

Tu redención puede estar en mis brazos.

En el amor sosegado de Sagitario, vencido por tus negros ojos.

Ríndete ya, Guerrera…




© Juan José Mestre

sábado, noviembre 18, 2006

Synedion


Coronación solar en las sienes,
manos
con estigmas de agua,

llagas de cielo en los pies,
dulce
pregunta a las aves del Sanedrín,

un beso,
treinta monedas,
un simple amor camino

a la cruz
del hombre por el hombre;
rumbo incierto,

eventual redención del río
que corre
manso, indiferente.




© Juan José Mestre

viernes, noviembre 17, 2006

Djebel Usdum

Estatua de sal,
la lluvia
hidrata
todo fermento
del ser/no ser
en las celdas
del instinto
y muere
en la lágrima
procelosa
del mar que se
repliega.




© Juan José Mestre

El atormentado de Kraiot


Sed.
Fauces resquebrajadas.
Lengua árida, labios partidos,
palabras que no salen del farfullar
vacío de la horca del sol en su plenitud aletargada.

Seco golpe del silencio, acre hedor en la campiña.

Las sombras se han ido con la muerte.

-un cuerpo mece sus pies tan semejantes a los de Judas.






© Juan José Mestre Posted by Picasa

CRETENSE



Cancerbero y Minotauro
giran y giran cual cofrades
del mito que se hace real

mi alma desalmada

observa con deleite
el prodigioso juego
de las volutas del humo

que /danzando/ veneran
las cenizas de Ariadna
junto al hilo para no alcanzar



© Juan José Mestre Posted by Picasa

EL CEMENTERIO


FOTO: (C) Jorge Vázquez



No voy a explicarlo. Simplemente llegué. Paré el motor del auto y me quedé sentado allí. La puerta principal del cementerio estaba enmarcada por una cruz y una leyenda política pintada con aerosol. Sí. No voy a explicarlo, porque todos los que son de acá saben perfectamente cómo se llega al cementerio. Cuando comencé a tomarme el trabajo de escribir esto, dije: no sé cómo fui a parar allí. Debí haber dicho: no sé por qué fui a parar allí.

De cuando en cuando echaba una mirada al cielo, a pesar de la luz a gas de mercurio que la municipalidad había instalado en toda la extensión del frente sin darse por aludida de la inutilidad de aquellas columnas o, por lo menos, con la intención de ganarse la simpatía de los deudos que, en definitiva, constituían toda la población de la ciudad y sus alrededores.

- Papá, yo no sé por qué no vivís más con nosotros. ¿Es porque me porto mal?

- No, no. No es porque te portás mal.

La puerta del cementerio dejaba ver sus calles oscuras y desiertas. A esa hora parecían la cosa más absurda hecha por el hombre.

- Entonces, ¿por qué papá?

Absurda. La cosa más absurda hecha por el hombre.

- ¿Por qué papá?
-
- El amor es como un juguete. Se rompe y entonces…

Sí. Absurdas. Esas calles ahora eran absurdas. No tenían sentido.

- …se tira.
- Cuando yo tengo un juguete que me gusta, por más roto que esté no lo tiro.

Y bien, ahora me doy cuenta. El amor no se rompe; se rasga y va adoptando distintas formas. Hasta la transformación total. Y es en ese instante en que uno lo abandona creyendo que se terminó. Las calles del cementerio estaban hechas para que la gente caminara por ellas de día. O las almas –si es que existen y necesitan de las calles-, de noche. Me pareció ser muy semejante a Hamlet. Sólo que yo no tenía un cráneo en la mano ni me atormentaba con su eterno dilema: “ser o no ser”; para mí esa frase no significa una disyuntiva, implica dos posibilidades frente a la vida: Ser o NO ser. El amor que yo tenía por mi mujer bien podría haberse transformado en amor hacia mi hijo. “Nada se pierde, todo se transforma”. Pero en esa metamorfosis hay cosas que toman irremediablemente el camino hacia la nada.

Dicen que la humanidad estará salvada mientras haya amor; que un ser sin amor no puede vivir. Que no se puede ser ateo nunca completamente, pues en un simple adiós se invoca al Señor – a la mayúscula la utilizo por costumbre, no porque signifique algo para mí- y entonces, ¿qué? Yo no amo, no creo en Dios y, sin embargo, vivo. Existo.

La radio emitía solamente música y, muy de cuando, una noticia y un aviso. Hay horas en las que la máquina de la sociedad de consumo detiene un poco su ritmo, no para reparar los destrozos que causa en los hombres con su publicidad repetida por enésima vez en un día, sino porque son pocos los que se someten a la tortura continua de escuchar o ver un aviso, ya sea en forma de pantalla televisiva, afiche o letrero luminoso. La música era “para todos los gustos” según decía el locutor que hablaba a través de una cinta magnetofónica, pero para que yo pudiese oír algo de “mi” gusto habían de pasar, en interminables seguidillas, tangos, valses de Strauss, samba, cumbia, música progresiva, nocturnos adaptados o no, ritmos africanos, arias de ópera, folklore… y toda esa mezcla escapaba por la ventanilla y se trepaban por las cruces de las tumbas. A los muertos no les molestaba o por lo menos no manifestaron lo contrario; y ahí estaba solo con mi radio., de modo que nadie podía reprocharme que perturbaba su descanso.

Las nubes se amontonaban en el norte empujadas por el viento sur y la lluvia ya no era más que una niebla espesa. Siempre me gustó establecer diferencias. Ellos y yo. Ellos son materia. Yo soy materia. Pero viva. Y ellos, muerta. Alguna vez ellos también han tenido vida; yo seré como ellos alguna vez entonces, la diferencia es ahora. A mí me importa el AHORA. El pasado hizo posible. Porque lo conozco. Y el futuro también. Porque lo conozco. A mí me importa el AHORA. Y el AHORA es esto: VIVO, SOY, EXISTO.

Puse en marcha el motor y me alejé rápidamente, zigzagueando por la humedad del pavimento. A medida que aumentaba la velocidad, me repetía constantemente: VIVO. SOY. EXISTO. ESO ME BASTA.




© Juan José Mestre, 1974

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DE PIAGET, OLIMPO Y UNIDAD




El día en que me volví abstracto fue el más feliz de mi vida. Nadie que me viera, que sospechara siquiera de mi presencia, que osara imaginarme, que me juzgara por mis ideas o por mis obras, mis vestiduras o el color de mis ojos. Nadie, tampoco, que emitiera dictamen acerca de mi lucidez mental o mi locura, mi alegría o mi tristeza. Es que no era circular, cuadrado, oblongo o informe. Me había convertido en un profundo ensimismamiento que, a la larga, implicaba la más absoluta libertad a la que un alguien puede desear. Recuerdo que me decidí por la quietud. Así estoy, desde el momento en que mi memoria dejó de registrar el tiempo. Esto tampoco es poca cosa: ahora, sólo me preocupan los colores de los dos crepúsculos, lo inmenso de la nube portadora de agua fresca y este cielo del que soy parte.



© Juan José Mestre Posted by Picasa

miércoles, octubre 11, 2006

RÍGOR MORTIS

Cadencia de glicinas y alborada, el sol resuena en los oídos con la pereza de un gallo para iniciar su ritual canto en la mañana. No sé por qué, eso que pretende ser un saludo marcial al incipiente día, se parece tanto a un toque a la tristeza eterna de lo humano. Es que, como la vida, la muerte se escabulle en cada acto de este teatro de marionetas que es el mundo. Maneja todo con la parsimonia que tiene aquél que camina sobre seguro. La vida, en cambio, titubea a cada instante, como un polluelo en sus primeros pasos. Todo el universo se encamina sojuzgado por los hilos de lo eterno. Y lo eterno siempre conlleva al final de la existencia. El nihilismo reina en los límites de lo intrascendente. La vida, esa vagabunda sin dominios, resplandece por segundos y después se apaga en la lujuriosa telaraña del olvido. Su único rastro, a veces, es una calavera con las cuencas florecidas de violetas.




© Juan José Mestre

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sábado, septiembre 30, 2006

PARICIÓN DE LO EQUÍVOCO



Hombres, ¡no celebréis todavía la derrota
de lo que nos dominaba hasta hace poco!
Aunque el mundo se alzó y detuvo al bastardo,
la perra que lo parió está otra vez en celo.
Bertolt Brecht


La casa se cubre de penumbras. Grises, doradas, tornasoles esquivos semejando presencias. Lo tenue finge ser lo denso a estas horas en que se acallan los espejos. Un furtivo hálito mece suavemente las cortinas. Las grietas de los muros se cierran por un instante, sólo para oír el rezo secreto de las alimañas. El silencio envuelve torbellinos de voces que llegan desde más allá de los Tiempos. La noche es una imprecación que todo lo esconde. Un candelabro se torna ígneo como el sol que desaparece. De pronto, la cabeza estalla y se pierde buscando apoyo. Es tarde. Los muros son devorados por las termitas gélidas de lo oscuro. Desnudo, uno se queda sin rumbo en la encrucijada de dos paralelas locas de muerte, elipse final de la caída. Es cierto: no hay nada dentro del huevo. La serpiente ha nacido.



© Juan José Mestre


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domingo, septiembre 24, 2006

PANFLETO


Con estas manos rotas, anhelantes, quebradizas en el fulgor del llanto, dormidas de dolor y de locura; con estas manos que no sirven siquiera para acariciar el hilván de las palabras en la musaraña mortal de una melodía; con estas manos ahogadas en espasmos de furia y viento, amoratadas por cada golpe vital en el teclado –muerte de las muertes para mi alma que es la que escribe-, canto del cisne en diez falanges agarrotadas por el tiempo que emprende su fuga, cuáqueras enloquecidas por las palabras que se escapan en un salmo de malditas venas a punto de estallar; con estas manos de estigmas que laceran en la llaga del nervio que se crispa en la palabra y en el semen infructuoso del silencio alzado buscando vida; con estas manos que son las que tengo y me padecen en algoritmos aturdidos de proclamas, digo sencillamente que no me vencerán los fantasmas de lo obtuso. Mi último verso será mi último suspiro.


© Juan José Mestre

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viernes, agosto 25, 2006

La seca


Fagocitado hasta su cauce, el río se ahoga en el agua que se ha ido. Tierra quebradiza donde habitaban los peces. El sol es una cuerda que asfixia unos pocos charcos remanentes. Más abajo, el mismo paisaje se regocija con la osamenta de una vaca. Silencio donde antes eran los trinos. El frescor del valle llueve hoy viento implacable. Llamas de angustia se derraman con el polvo parecido al talco. Las grietas se apoderan de la tierra madre y corrompen su seno generoso. Arde la garganta por tanta seca: arde por sed y por impotencia. Sólo las plumas que se desprenden de un gorrión muerto son capaces de elevarse en vuelo. Un viejo mira al cielo y ni siquiera implora. Está cerca del final y lo sabe. Un changuito juega indiferente su ritual de pobre. Se oyen las cadenas de los pozos. Es que las mujeres, en su eterna lucha por preservar la especie, palpan el útero yermo del suelo, en una búsqueda cada día más inútil y siniestra.



© Juan José Mestre
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jueves, agosto 24, 2006

Lo feliz de hoy

Lo feliz de hoy,
esa desaforada alegría
que me enturbia los ojos

con el agua clara de las lágrimas
en un centelleo de azules
que proclama la limpia mansedumbre del cielo

sublimando flores,
tiene un cómplice
entre los ángeles corpóreos

que se deslizan –juguetones- por mis días:
lo feliz de hoy, de mañana y siempre,
es un hada que se eleva

apacible en mi corazón de amigo,
forjando en mi pecho, abarrotado de ternura,
las cuatro letras que eligió

para pasar por azarosa: Tina.







© Juan José Mestre



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miércoles, agosto 23, 2006

Un silbo apacible

A Jeniffer.


Un silbo apacible una gota apenas, *

el roce de violetas,

la nieve que se funde
en el ardor de la arena.

La calma de la espera
es una iguana soñolienta

a la hora de la siesta,

grieta cerrada con el ocaso
de los cíclopes, para decir

“Amor, te estoy esperando”

y caer, sumiso, ante tus manos
que arrullan, desnudas, al anhelo.



© Juan José Mestre

(*) Versos de Jeniffer Moore. Posted by Picasa

Una Farola


Una farola, luz circular
limitada por la noche, ópera prima
de la soledad entre dos crepúsculos mortecinos,

el raro crujir de las suelas entre las hojas,
lunas quebradizas rechinando plata,
el perpetuo cansancio del errante

que busca más y más senderos.
Un hilo de agua se escurre
por la fisura serpenteante de las tapias

y muta,
llegando al suelo, en un hilo negro,
tan negro como la sangre que tapiza la existencia.




© Juan José Mestre
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lunes, agosto 21, 2006

Tanto el silencio

Tanto el silencio, tanto el llanto de la niebla que demuda los paisajes, un ulular de fuegos en el hálito de lo llano, el himno de los hielos evocando frías epopeyas –loor de notas mudas y escalas descendentes-, pájaros fuliginosos en la quietud inmaculada de los cielos, un pajarillo que de pronto desentona con la vida; Cloto, Láquesis y Átropos embrollando los torzales de los hombres, el dulce tacto de la postrer caricia, las manos quietas, el pecho inerte.

Es tanto el silencio cuando la noche duerme…





© Juan José Mestre
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domingo, agosto 20, 2006

Convivencia

Aprendí a convivir con la muerte desde siempre. La casa donde vivo y en la que la familia lleva casi 78 años habitando es testigo de ello. La verdad es que siempre me resultó algo curioso y casi doméstico, como el árbol que veo a través de la ventana del cuarto en el que escribo. Es una presencia cotidiana en mi vida. Puedo sentir cómo se mueve con natural soltura a mis costados. No me incomoda. Es parte de cada movimiento que hago. Reconozco que hay entre nosotros un poco de recelo, pero hemos aprendido a soportarlo. Ni siquiera cuando dio los golpes más fuertes, logró sacarme de quicio: pensé que hacía su trabajo y a otra cosa. Lo único que me parece agobiante de ella es la ausencia con que tiñe todos sus actos. La ausencia y el silencio. Y su olor agrio, seco, penetrante; el color sepia que envuelve la lobreguez de ese instante en que te arrebata a alguien que fue el motivo de tu vida. Fuera de ello, todo bien: ella con lo suyo y yo con lo mío.
La percibo curiosa a mi lado, observando lo que escribo. Parece no alterarse. Quizá porque no he dicho nada que no fuera cierto. Tal vez, porque sabe que siempre tiene la última palabra.



© Juan José Mestre.
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sábado, agosto 19, 2006

Te abrazo


Te abrazo cuando mi desesperación finge que la muerte es buena compañía de aventuras; cuando se me acaban los soles para calentar las heladas llagas del alma; cuando ni llorar es posible, te abrazo. Cuando los árboles que antes florecían de verde hoy me acosan con sus grises, busco un poco de mi espanto y lo cobijo en la alianza de tus brazos. En ese instante en que no es posible nada, busco la posibilidad de la dulzura de tus palmas en mi espalda, sanando el amor herido. Como un ancla, un roble que se abate en la terquedad del viento, la absurda esquirla que muere en un bermellón de vida, me aferro a tus brazos. A tus brazos que me completan en el círculo sagrado del fuego, del amor, de lo humano. De lo posible y lo aleatorio, de la angustia y el suspiro. Del cósmico advenimiento de la luz y de la sombra. De la rosa y de la espina, eternas compañeras de lo terso y lo punzante.

(Te abrazo y todo se macera en el azul turquí que promete la noche al comenzar con sus vigilias)


© Juan José Mestre
Foto: sin título, by Cogiac
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viernes, agosto 18, 2006

Informe casi meterológico


Esta mañana sopla viento.
Hay niebla.
Un dejo de desesperanza
se percibe en el rojo de la rosa.
El sol está indeciso.
La gente tiene prisas ambiguas.
El cielo se ha vuelto un manto de fútiles cobijos.
Pronto llegará la lluvia.
Aquí la estaré esperando.
Es lo único que tengo por hacer.



© Juan José Mestre
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jueves, agosto 17, 2006

Elegía de Invierno




Una plegaria, un levantar los brazos
cuando se cae de rodillas, arropado por la pena
y el solsticio níveo de la angustia;

un sollozo entre notas de tristeza
que se escurren por el lánguido pasar de los sueños.

El espantoso gemir del viento
que arrasa recuerdos de cartón,
invierno de mis años en los nudillos,

muerte blanca de la sangre que ni siquiera corre…


© Juan José Mestre

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miércoles, agosto 16, 2006

Incondicional

Incondicional, el amor discurre en nuestras vidas como esa cascada serenamente impetuosa que baja por la ladera. Es un sino piadoso ese de inmolarse en espuma y cubrir como un manto satinado las almas de los hombres. Inmarcesible rosa de los valles, perfuma de colores el aire insípido y solitario. Suave copo de nieve o algodón según convenga, entibia manos y enjuga heridas en el camino flagelante del acaso. Un gorjeo, un quiebro de voz en la garganta, una ilusión, una alabanza; incienso, oro y mirra; júbilo y cantares, moraleja de paz en las tormentas, desmaya de éxtasis ante una sonrisa, un beso o un abrazo. Incondicional, brota con la hierba –musgo y menta en los rincones-, y se glorifica en el laurel perenne de la diadema de estrellas que lo testimonian en la roja santidad de la sangre.




© Juan José Mestre
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lunes, agosto 14, 2006

Naval

Escuadra naval en retirada,
vaniloquio del mar embravecido,
arenga sitiada por la derrota,

navega mi alma sobre el magma frío,
busca su deriva, que ni eso tiene,
sueña con lo no soñado,

escupe hiel salada por el desencanto,
caen las banderas y los ferros
y se hunden los peñascos, sumisos al mandato.




© Juan José Mestre
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sábado, agosto 12, 2006

Con la tenuidad de una ilusión



Con la tenuidad de una ilusión, las hojas del libro pasan de una en una, desganadas en la congoja de la brisa. Desmayo de las velas, tu desnudez se evade de la simpleza de las flamas inquietas sobre la bordadura que, tímida, intenta inventar la fusión de tu piel con la rosa pálida que yace a tu costado. En la penumbra te contemplo. Llovizna tibia en lo perlado de la noche, crecen tus alas en mi mente arrobada por la música. Alguacil que lleva en Libra el equilibrado periplo de su vuelo, absorbes la retícula del cielo nocturno para explorar orgasmos y universos. Te contemplo en la penumbra y pienso que debo ser un dios que perdió su Olimpo y sus misterios por estar a tu lado.


© Juan José Mestre


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viernes, agosto 11, 2006

Cuadratura

Copyright © Luis Cobelo

***
Tres cuartos de círculo
es la distancia:
la ascensión consuma el dilema.

Si lo intento,
divagaré por los siglos,
mudo entre teoremas.

Si no lo hago,
me estragarán entre acertijos
las inferencias ocultas de cada sol y cada luna.


© Juan José Mestre




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