El sol,
esa pátina difusa que cubre la mañana,
no alcanza.
Tampoco sirve la desnudez de los árboles
o el canto ominoso
de los pájaros ateridos.
Un microcosmos
sombrío y turbio se ha convertido
en neófito dominador de los confines.
La esperanza ha desaparecido:
es una fútil necedad
el buscarla.
Nada es posible cuando lo irrevocable decide.
© Juan José Mestre
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